lunes, 21 de octubre de 2013

El Nazi que murió tranquilo en casa

En cualquiera de los escritos propios de la propaganda de la extrema derecha contemporánea que hablan sobre los hechos inmediatos posteriores al finalizar la Segunda Guerra Mundial, podemos encontrar numerosas lamentaciones sobre “la crueldad desmedida” con la cual “la judería mundial” trató a los pobrecitos oficiales alemanes “cuyo único crimen fue el haber peleado por su patria”.

Primero que nada, hay que dejar una cosa en claro. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se llevaron a cabo en Nuremberg unos juicios famosos en los cuales a los lacayos incondicionales del Nazismo se les concedió la oportunidad de poder contar con una defensa legal para estar en condiciones de responder con la asesoría de sus abogados asignados a las acusaciones que les fueron formuladas por los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Nazismo. Inclusive los mismos israelitas, en el recién creado Estado de Israel, le concedieron al criminal de guerra Adolf Eichmann un juicio antes de enviarlo a la horca, con todo y un abogado defensor en su beneficio, algo que el mismo Eichmann jamás dió a sus víctimas. En cambio, a ninguno de los  millones de detenidos que fueron enviados a los campos crematorios para ser sacrificados en los hornos crematorios se le otorgó jamás el juicio previo al que tenía pleno derecho antes de ser sacrificado. Simple y sencillamente, se les mandó a los campos de concentración para matarlos, sin juicio previo alguno, ni siquiera un juicio sumario. Esta desproporción habla por sí sola del trato extraordinariamente benigno que se le dió a los carniceros del fascismo alemán en contraste con el trato que ellos mismos dieron a sus prisioneros.

Pero independientemente de que a los Nazis se les dió un trato mucho mejor del que merecían, resulta que a muchos de ellos les fue mucho mejor de lo que cualquiera hubiera esperado. Tal es el caso del recientemente fallecido Erich Priebke, el criminal de guerra culpable por la Masacre de las Fosas Ardeatinas:






El 11 de octubre del 2013, a la longeva edad de 100 años, falleció por causas naturales en su casa de Roma, rodeado de todos los lujos y comodidades propios de un arresto domiciliario el Nazi que se ganó a pulso fama mundial por la matanza de 335 civiles en las Fosas Ardeatinas de Roma perpetrada el 24 de marzo de 1944 cuando faltaban ya pocos días para que terminara la guerra y el valor militar estratégico de tal masacre no de militares sino de civiles para una Alemania Nazi virtualmente derrotada era prácticamente nulo excepto para dar rienda suelta a la locura Nazi de matar por el solo gusto y placer de matar mientras hubiera alguien a quien matar. En virtud de que al verdugo de las Fosas Ardentinas se le hizo un juicio justo en Italia (algo que los Nazis incluyendo el mismo Priebke jamás le ofrecieron a la gran mayoría de sus detenidos que terminaron siendo enviando a campos de concentración y a los hornos crematorios o ejecutados in situ) presentándose pruebas y testimonios en su contra para dictaminar con certeza su culpabilidad, la literatura contemporánea de los neofascistas en lugar de tratar de “disculparlo” argumentando que la masacre nunca ocurrió o argumentando que Priebke jamás tuvo que ver en ello siendo por lo tanto una blanca paloma, recurre como siempre a la exculpante por comparación (“si Stalin mandó matar a millones de los suyos propios, ¿qué tiene de malo que un leal oficial alemán al servicio de su Madre Patria haya matado unos cuantos cientos de civiles, lo cual es casi nada o mejor dicho nada en comparación con lo que hizo Stalin?, ¿verdad que sí?, ¿verdad que sí?”).

El tipo, entrenado bajo la ultraderecha nazifascista de Alemania al igual que otros de su ralea para ser un matón profesional sin sentir remordimientos ni cargos de conciencia por sus crímenes, en vida jamás mostró arrepentimiento alguno por sus acciones como criminal de guerra (sólo se le llevó a juicio por la masacre ordenada por él en las Fosas Ardeatinas, pero hay razones para sospechar que cometió muchas otras barbaridades por las cuales jamás fue llevado a juicio al haber sido más eficiente en borrar todo rastro de evidencias de las mismas), jamás pidió perdón públicamente a ninguno de los familiares de sus víctimas, y jamás ofreció compensación o reparación de daños (de  cualquier modo, dejó un video póstumo para ser dado a conocer únicamente después de su fallecimiento en el cual éste alto oficial de las SS de Himmler el cual se unió voluntariamente a la élite de asesinos argumentó que no le quedaba de otra porque si se negaba a llevar a cabo la masacre entonces él también habría terminado entre los masacrados, ¡pobrecito!). Por ello puede parecer aberrante, incluso insultante para cualquier verdadero católico, el que en Albano Laziale se haya llevado el ataúd conteniendo los restos de tan despreciable sujeto para ofrecérsele una misa de cuerpo presente en su honor, máxime que para recibir el perdón de la Iglesia por cualquier pecado cometido la doctrina indica que se requiere previamente que haya un arrepentimiento sincero, algo que el desalmado Priebke jamás mostró públicamente en vida. Entonces... ¿quiénes fueron los que le otorgaron a Priebke una misa de cuerpo presente en su honor? Pues ni más ni menos que un grupo “católico” disidente rebelde que se opone a las relaciones del Vaticano con los judíos (su problema no es con los musulmanes que masacre tras masacre han estado matando a los pocos creyentes católicos que aún quedan en Iraq, en Siria, en Afganistán, en Pakistán, en Somalia, etcétera; su odio es única y exclusivamente antisemita), un grupo que con tal actitud demuestra una vez más que siempre ha dado sus beneplácitos al Nazismo y todo aquello que Hitler representaba. Se trata de la comunidad ultraconservadora lefebvriana Pío X. Este grupo ultraconservador antisemita reside y opera en Italia, no muy lejos del Vaticano en donde reside el Papa, y no es difícil imaginar las pestes que sus acólitos han estado lanzando soterradamente en contra del Papa Francisco, el Papa Jesuita, y lo que estarían dispuestos a hacerle si lo tuvieran vivo en sus manos (consúltese dentro de estas bitácoras la obra titulada “Sucedió en Guadalajara, en 1985”). Son esencialmente los mismos “católicos” que los que hay en la ciudad de Guadalajara y en otras partes de México cohesionados en sociedades secretas y que celebran sus propios rituales y tienen sus propios “sacerdotes” que les puedan bendecir todas sus actividades y “perdonar” todas sus barbaridades. Incluyendo, desde luego, la planeación y la ejecución de un atentado directo en contra de la vida del Papa Francisco. Estos extremistas desquiciados no son una ficción, son reales, terriblemente reales, aunque permanezcan la mayor parte del tiempo escondidos de la vista del público. Y están dispuestos a todo, absolutamente todo, si así se lo piden sus superiores; al igual que el Nazi Erich Priebke también estaba dispuesto a todo, sin mostrar jamás el menor asomo de remordimiento y compasión. Y convencidos, desde luego, de que irán al Cielo, firmes creyentes al fin y al cabo en que pertenecen a una reducida minoría cuyo antisemitismo exacerbado será lo que les abrirá las puertas del paraíso en donde tal vez esperan encontrarse con el mismo Hitler.

Por cierto, el problema de Italia después de la muerte de Priebke era que no querían recibir su cadáver ni en Argentina, el país refugio de Nazis por excelencia en el continente americano, ni en Alemania, su país natal. Ambos países se negaron a recibirlo, dejándolo postumamente como un paria sin Patria. Esto lo podemos leer en artículos como la siguiente:

Nadie quiere el cadáverndel criminal nazi Erich Priebke
Se niegan Alemania, Argentina e Italia darle sepultura
Bernardo González Solano
Revista Siempre!
26 de octubre del 2013

Aunque la Segunda Guerra Mundial terminó hace 68 años, en Alemania y en otros países del Viejo Continente ese sangriento conflicto dejó muchísimas heridas abiertas que no logran sanar y todavía supuran casi con el simple roce de la mano. Trátese del fallido entierro del cadáver de un criminal de guerra que celebró el centenario de su nacimiento —excapitán de las tenebrosas SS hitlerianas, Erich Priebke, uno de los responsables del asesinato en 1944 de 335 personas (75 judías) en las Fosas Ardeatinas, en Roma— o de la aparición de una novela (que en pocos meses ha vendido más de 750 mil ejemplares sólo en las librerías alemanas) que versa sobre el regreso de Adolfo Hitler a su patria en pleno 2011 en la época de la avasalladora Ángela Merkel, que arroja sombras sobre el presente de Alemania y otras partes.

El autor del libro, un periodista germano de 46 años, Timur Vermes, originario casualmente de la ciudad de Nuremberg —donde tuvieron lugar los históricos juicios que pusieron en el banquillo de los acusados a varios de los principales jerarcas nazis, con excepción del Führer, que se suicidó al saberse derrotado, en compañía de Eva Braun— tituló su novela con una frase redonda: Er ist wieder da (Ha vuelto, en castellano, y en italiano, Lui e tornato, idiomas a los que ya se tradujo el libro).

A primera vista, la suspendida inhumación del cuerpo de Priebke (impedida por el gobierno de Roma, donde murió el viernes 11 del presente mes; no aceptada por Argentina, donde pasó media vida escondido, ni en Berlín, capital de su patria de origen) parece que no tiene nada que ver con la aparición de la novela de Timur Vermes, la sensación literaria del momento en tierras germanas. Pero no es así.

Este éxito es explicable y predecible en un país profundamente interesado en su vergüenza nacionalsocialista y, sobre todo, en el personaje identificado como el Führer, del que los alemanes no parecen tener suficiente.

Encarando el pasado

En tierra de filósofos esto es inobjetable. Para eso, los germanos se pintan solos. El concepto de Vergangenheitsbewältigung (que algunos traducen al español como encarando el pasado y otros como la superación del pasado mediante su revisión permanente) es explicado en esencia por el periodista y escritor argentino Patricio Pron (Rosario, 1975), doctorado en filología románica por la Universidad Georgia Augusta de Gotinga, Alemania: “Hitler sigue estando presente en la sociedad alemana y su figura es el espacio en el que se disputa la batalla por el sentido histórico… [lo que] articula la visión alemana de su historia nacional, requiere que las nuevas interpretaciones se produzcan de manera continua en forma de documentales y libros, así como de la discusión en todos los ámbitos de la sociedad”.

Y una de esas discusiones es precisamente la del entierro del cadáver de Priebke. Alemania se negó a aceptar los restos mortales del criminal nazi. Y en Italia, por razones directas, tampoco quieren que el excapitán de las odiadas SS descanse en paz en una tumba común y corriente.

Todo indica que, por lo menos, en el cementerio de Henningsdorf, a pocos kilómetros de Berlín, localidad natal del fallecido, no lo hará. En Argentina, ni hablar. Priebke murió a los cien años de edad bajo arresto domiciliario en Roma, tras ser condenado a cadena perpetua en 1998, como uno de los responsables por la matanza de las Fosas Ardeatinas —minas abandonadas en el extrarradio de Roma— donde fueron llevados 335 italianos (75 judíos)  como represalia por la muerte de 31 policías germano parlantes de la 11 compañía del tercer batallón del Polizeiregiment Bozen, más dos civiles italianos, ejecutados por partisanos del Grupo d´Azione Patriottica en la Via Rasella de Roma, el 23 de marzo de 1944, donde en grupos de cinco ejecutaron a los detenidos con tiros en la nuca. Dinamiteros alemanes sellaron posteriormente las minas. Después de la guerra, se convirtieron en un santuario para recordar los hechos.

De tal forma, los restos del oficial nazi —que fue destinado a Italia con el rango de capitán de las SS en 1943—, que nunca se arrepintió ni lamentó lo ocurrido, han suscitado controversia después de su muerte. La Iglesia católica le niega funerales religiosos públicos en Roma, donde se prohibieron sus exequias y los familiares de las víctimas reclaman su incineración.

“Si no hay otra solución, habría que proceder a incinerarlo y a dispersar sus cenizas como ellos hicieron con nuestros abuelos”, declaró Riccardo Pacifici, presidente de la comunidad judía de Roma. El director del Centro Simon Wiesenthal, Efraim Zuroff, que lucha para que los criminales nazis aún con vida respondan de sus crímenes, también ha propuesto cremarlo en Alemania, que tiene “las leyes idóneas para evitar que los funerales y la inhumación se transformen en un espectáculo de neonazis”.

Respecto al ligar de su inhumación, hasta el momento de redactar este reportaje aún persistía la duda. Paolo Giachini, el abogado y amigo de Priebke, quizás el último que le quedó, anunció que sería enterrado junto a su mujer, en San Carlos de Bariloche, Argentina, donde se escondió después de la guerra y donde vivió durante más de cuatro décadas, pero las autoridades locales se negaron a que el criminal nazi fuera inhumado en tierra argentina.

Decisión de la familia

El propio Giachini mencionó la posibilidad de enterrar a su defendido en el cementerio militar alemán de Pomezia, cerca de Roma. También el representante de la asociación de veteranos del ejército británico Italy Star Association 1943-1945, Harry Shindler, propuso, con muchas críticas, esta posibilidad, argumentando que dicho camposanto es “prácticamente territorio alemán y ningún italiano puede decidir sobre un territorio regulado directamente por Alemania”, pero un responsable ha señalado a la agencia de prensa AFP que era imposible porque Priebke no había muerto en combate.

Un portavoz del ministerio de Asuntos Extranjeros alemán comentó: “puede ser enterrado en Alemania… pero el gobierno no tiene motivos ni razones para pronunciarse sobre el lugar donde debería ser enterrado. No hay ninguna solicitud oficial por parte de las autoridades italianas. Es una decisión que los próximos a Priebke deben tomar”.

El domingo 13, militantes del movimiento fascista Militia intentaron depositar un ramo de flores bajo las ventanas del departamento donde vivía el condenado a cadena perpetua, pero la policía se los impidió.

A su vez, muchas voces, sobre todo entre la comunidad judía romana, se levantaron para pedir que el 16 de octubre se celebrara el 70 aniversario de la deportación de un millar de judíos del gueto de Roma.

Asimismo, el alcalde de la capital italiana, Ignazio Marino, rechazó la idea de un entierro del criminal de guerra por motivos de orden público. El prefecto de la policía romana, Fulvio della Rocca, prohibió por su parte, también por razones de orden y de seguridad, toda ceremonia pública de exequias para Priebke en toda la provincia de Roma.

Finalmente, la familia del criminal nazi pareció haber llegado a un acuerdo: el cadáver del excapitán de las SS sería enterrado en un lugar secreto. Decir que sólo parece se debe a que la comunicación del acuerdo fue realizada el sábado 19 por el abogado Giachini, protagonista de la ceremonia de la confusión organizada alrededor de la muerte del nazi.

De acuerdo con el defensor, “la historia está resuelta”. El excapitán sería enterrado en un sitio secreto, en Alemania o en Italia, pero no en la ciudad de Roma, por prohibición oficial expresa.

El abogado aprovechó el momento para denunciar que el cadáver había sido robado y exigió su inmediata devolución a la familia. Entonces, el prefecto de Roma, Giuseppe Pecoraro, respondió a la bufonada con un ultimátum: o encontraba rápida y discretamente una sepultura o las autoridades italianas resolverían de una vez por todas el escandaloso asunto.

Como colofón de esta truculenta historia, hay que decir que Priebke nunca pidió perdón por los asesinatos de las Fosas Ardeatinas porque, según dijo: “La ejecución fue una cosa terrible, pero era imposible negarse. Eran órdenes directas de Hitler…”

Como podemos leerlo en el artículo, el problema para Italia de no tener un lugar a donde enviar el cadáver indeseable al que ningún país en el globo terráqueo ansiaba darle sepultura aparentemente se resolvió cuando el cuerpo de Priebke fue “secuestrado” (según su abogado), no dudándose que se le haya levantado al cadáver un mausoleo secreto en algún lugar del Polo Sur para darle apropiada sepultura Nazi decorando su tumba con una gran lápida de granito adornada con una svástica gigantesca, conservándolo así como un lugar de veneración y reunión para todos aquellos que hoy quieren ser igualitos que Erich Priebke imitándolo en todo.