sábado, 5 de octubre de 2013

El héroe nacional de Vietnam

Se enfrentó al imperio militar más poderoso que haya habido en la Historia. Y lo derrotó; la derrota más grande y espectacular que haya sufrido Estados Unidos en toda su Historia, una derrota humillante como no ha habido otra igual desde entonces, resultado de una lucha muy desigual entre un David asiático y un soberbio Goliath occidental equipado con una superioridad aplastante de recursos que al final no le sirvieron de nada.

De haber tenido México a alguien como él cuando el General Winfield Scott entró arrogante a México a sangre y fuego con el propósito de robarle a los mexicanos más de la mitad de su territorio, el día de hoy México sería el país más grande (territorialmente hablando) del continente americano, y ningún mexicano necesitaría pedirle permiso ni hacer trámite migratorio alguno para viajar a Estados como California, Texas, Nuevo México y Arizona e inclusive trabajar y residir allí sin ninguna “migra” de por medio.

Envalentonado por la forma relativamente fácil en la cual pudo derrocar sin problema alguno en Guatemala al gobierno del Presidente democráticamente electo para reemplazarlo con un golpista matón incondicional del gobierno norteamericano, y ondeando como siempre la bandera de la histeria usando como “coco” al fantasma del comunismo, Estados Unidos puso sus tropas en suelo vietnamita adjudicándose la mitad del territorio e imponiendo un gobierno títere. Iba a ser un asunto fácil con una pérdida mínima de combatientes. Pero en Vietnam, Estados Unidos se encontró con la horma de su zapato, se topó con su talón de Aquiles, y aprendió una lección sumamente dolorosa y costosa, que Vietnam no era México ni era Guatemala. Y una sola persona hizo la diferencia, una persona de nombre Vo Nguyen Giap.

A principios del siglo XX, Vietnam era una colonia de Francia, al igual que tras la invasión encabezada por Hernán Cortés se convirtió no solo a lo que hoy es México sino a todos los demás pueblos del continente americano en colonias de España saqueándoles cientos de toneladas de oro y plata. Al día de hoy, Vietnam podría haber seguido siendo una colonia de Francia excepto que en 1954 (el mismo año en el que el gobierno norteamericano usando a la Central Intelligence Agency o CIA depuso al gobierno de Guatemala usando una operación encubierta llamada PBSUCCESS), el pueblo vietnamita encabezado por el General Vo Nguyen Giap le propinó una derrota espectacular a los franceses en Dien Bien Phu obteniendo la independencia de Vietnam. Sin embargo, la independencia no duraría mucho, al ingresar tropas norteamericanas en suelo vietnamita con la intención de reemplazar un coloniaje por otro. De este modo, llegaron las oleadas de militares norteamericanos mejor pertrechados de la Historia respaldados con un presupuesto de miles de millones de dólares. Y fue el General Vo Nguyen Giap el que en franca desventaja se enfrentó a un reto que parecía insuperable.

El 4 de octubre del 2013, a los 102 años de edad, falleció el héroe nacional de Vietnam, Vo Nguyen Giap:




La siguiente nota dá más detalles del deceso:

Fallece militar vietnamita que derrotó a Francia y EU
Notimex
4 de octubre del 2013

El general vietnamita Vo Nguyen Giap, considerado uno de los más grandes estrategas militares del siglo XX por sus victorias sobre Francia y Estados Unidos, murió ayer a la edad de 102 años en Hanoi.

El deceso de quien fue un héroe nacional ocurrió después de pasar largos años en un hospital militar de la capital vietnamita, informó su familia sin precisar mayores detalles.

Giap, hijo de un campesino, llegó a ser una de las mayores figuras del siglo 20, contándose entre los gigantes militares del mundo como el mariscal británico Bernard Montgomery, el alemán Erwin Rommel y el estadunidense Douglas MacArthur.

Fue la mente maestra que logró la derrota de las fuerzas francesas en Dien Bien Phu, en 1954, que puso fin al colonialismo del país europeo en la región, permitiendo la independencia de Vietnam.

También condujo la llamada Ofensiva Tet contra las tropas estadunidenses en 1968, que llevó a la retirada de los norteamericanos.

El general vietnamita, quien publicó un gran número de trabajos sobre estrategia militar, nació el 25 de agosto de 1911 en la central provincia de Quang Bing, entonces parte de la Indochina francesa y a los 14 años se unió a un movimiento clandestino de resistencia.

Para 1938, era miembro del partido comunista indochino de Ho Chi Minh y huyó a China con éste antes de la invasión japonesa de Vietnam, que tuvo lugar en septiembre de 1940.

Giap organizó un ejército desde su exilio en China y regresó a Indochina para emprender una guerra de guerrillas contra los ocupantes japoneses.

Después de la invasión estadunidense, el reconocido general permaneció como ministro de Defensa y en 1976 fue nombrado viceprimer ministro, aunque debido a su edad, se retiró seis años después.

Las fantasías urdidas por la extrema derecha neofascista sobre “una conjura comunista para entregar Indochina al bolchevismo esclavizante” constituyen un insulto a los millones de vietnamitas que voluntariamente lo dieron todo de sí para expulsar de su país a los invasores soportando un sacrificio sin límites que llevó varias décadas, y el triunfo final es del pueblo vietnamita y el brillante estratega que lo llevó de una victoria a otra desafiando a los mejores militares graduados de la academia militar de West Point tales como William Westmoreland.

Para “salvar a Vietnam del comunismo”, el Ejército norteamericano y sus aliados en Vietnam estuvieron incurriendo en infinidad de atrocidades, las cuales los literatos de la extrema derecha tales como Joaquín BochacaSalvador Borrego Escalante (que tan buenos son para describir con lujo de detalles y hasta con exageraciones los excesos que los rusos cometieron en contra de las hordas invasoras Nazis que se metieron a Rusia matando a diestra y siniestra) nunca mencionan. He aquí una fotografía emblemática de tales excesos:




Se trata de una niña vietnamita de nombre Phan Ti Kim Phúc que fue rociada desde el aire con fósforo gelatinoso (una invención norteamericana), el equivalente de ser rociado con ácido sulfúrico con el químico incandescente quemándole su piel a la víctima. Excesos y atrocidades como ésta, lejos de doblegar la voluntad del pueblo vietnamita, lo hicieron redoblar esfuerzos sobre la imperiosa necesidad de pelear en contra de tales “salvadores” cuya histeria anti-comunista atizada en algunos rincones ocultos de la sociedad norteamericana con literatura de ultraderecha los estaba llevando a cometer brutalidades equiparables a las que cometieron los despiadados oficiales de las SS de Heinrich Himmler en los territorios que invadían, verdaderos carniceros sin el menor asomo de humanidad o compasión en sus rostros inexpresivos. Estas mismas imágenes tuvieron un efecto devastador en la conciencia del pueblo norteamericano que empezó a cuestionar los excesos en que estaba incurriendo su gobierno obsesionado e inmerso en una guerra sin una victoria a la vista (el derechista conservador Felipe Calderón ya como Presidente de México sacó al Ejército mexicano de los cuarteles y lo lanzó en una “guerra contra el narco” que tampoco concluyó con victoria alguna). Y aunque los literatos ultraderechistas arguyen que al Ejército norteamericano no se le dejó pelear “como podría haberlo hecho”, ¿pues a qué se estarán refiriendo al exigir y desear que a los militares norteamericanos se les diera vía libre para hacer todo lo que se les viniera en gana encima de las barbaridades y los crímenes de guerra que ya estaban cometiendo en suelo vietnamita? ¿A arrasar todo Vietnam con bombas atómicas para así “vencer al bolchevismo en Indochina”? O “mejor aún”, dejar caer cientos de bombas atómicas norteamericanas sobre toda Europa Oriental “y así acabar con el comunismo de una vez por todas” convirtiendo a la mitad del planeta en un cementerio radioactivo. Por extraño que parezca, eso es precisamente lo que varios literatos y propagandistas del neofascismo hubieran querido que ocurriera; así razonan y así piensan (en su libro Infiltración Mundial el extremista Salvador Borrego habla de una “lucha ineludible” en la cual cada quien debe hacer la parte que le corresponde), y los que les hacen caso así actúan. Esto los hace extraordinariamente peligrosos en dondequiera que florecen.

Como parte de la propaganda neofascista, se escucha de vez en cuando la historieta de que los vietnamitas que peleaban en contra de los soldados norteamericanos los mutilaban en vivo y los masacraban sin tomar prisioneros. Si esto fuera cierto, no habría habido sobrevivientes como el Senador John McCain (candidato presidencial en el 2008 por parte del conservador Partido Republicano) ni como John Kerry (Secretario de Estado norteamericano), a los cuales por cierto no les falta un solo dedo, y si bien cuando hubo prisioneros de guerra (POW, prisioner of war) no los tenían hospedados en un cómodo bungalow o en un “penthouse” con todas las comodidades a las que estaban acostumbrados en casa, ¿qué esperaban? Máxime que ningún soldado vietnamita puso jamás un solo pie en suelo norteamericano como parte de un plan para invadir a Estados Unidos y no había justificante ni pretexto alguno para enviar a tropas hasta el otro lado del globo terráqueo para matar vietnamitas (el pretexto usado en aquél entonces para intervenir militarmente en Vietnam es conocido como el Incidente del Golfo de Tonkín, aunque información recientemente desclasificada proporcionada razones para sospechar de que el gobierno del Presidente Lyndon B. Johnson fingió el incidente del Golfo de Tonkin para intensificar la Guerra de Vietnam, lo cual a fin de cuentas no le valió de nada a Johnson para evitar ser clasificado también como un “procomunista encubierto” en la fantasiosa literatura de la ultraderecha neofascista), de modo tal que cuando se honra en el cementerio nacional de Arlington a los combatientes caídos repitiéndose que “murieron peleando en defensa de nuestras libertades”, cabe preguntarse: ¿cuáles?

El pueblo de Vietnam siempre supo por lo que luchaba, y luchó como uno solo bajo las órdenes del General Vo Nguyen Giap. En cambio, los jóvenes norteamericanos que fueron enviados a pelear en Vietnam tuvieron que ser reclutados a la fuerza y la gran mayoría de ellos enviados al frente mediante un servicio militar obligatorio recurriéndose a una conscripción forzosa para echarlos a pelear en una guerra que sentían que no era de ellos, y hubo muchos desertores o draft dodgers que prefirieron abandonar a los Estados Unidos para irse a vivir a Canadá en vez de sumarse a la idiotez, todo lo cual tras la estrepitosa derrota terminó desarrollando un trauma profundo en la psique norteamericana conocido como el síndrome de Vietnam. En contraste, las deserciones entre los soldados que peleaban bajo las órdenes del héroe nacional de Vietnam fueron prácticamente nulas. De haber sido la causa de la liberación de Vietnam una causa realmente injusta a la luz de la razón y a la luz de los hechos, cabría haber esperado una deserción masiva de soldados en decenas o centenas de millares rindiéndose ante las tropas norteamericanas dejando al General Vo Nguyen Giap completamente solo, sin un soldado a quién darle órdenes, pero no hubo tal, y por el contrario, los vietnamitas leales al héroe nacional de Vietnam se quedaron a pelear con tal determinación y tal denuedo que quienes terminaron huyendo del campo de batalla fueron aquellos que estuvieron sirviendo de comparsas al Ejército norteamericano y que a la hora de la verdad no quisieron morir peleando en contra de sus propios compatriotas.

¿Valió la pena el sacrificio llevado a cabo por el pueblo vietnamita? Obtener la respuesta resulta tan fácil como comprar un boleto de avión para viajar a Vietnam en calidad de turista. Lo primero que descubrirá el viajero es que éste país dista mucho de ser “la gran prisión del vasallaje comunista” que el neofascismo en su literatura de los años sesenta y setenta advertía que se convertiría Vietnam. No hay policía secreta que lo está cuidando a uno desde su llegada, hay libertad de movimiento para trasladarse de un lado a otro, hay templos católicos y cristianos (contraviniendo las profecías de la ultraderecha de que todo vestigio de religión sería eliminado por completo), en fin, no hay nada mejor que ir en persona en vez de aturdirse con las ficciones de una literatura malsana elaborada para trastocar mentes.

Quienes decidan llevar a cabo la prueba que está proponiendo Spectator, una vez en Vietnam si están en la ciudad Ho Chi Minh pueden ir a un restaurante de comida rápida como el siguiente (pueden decir que Spectator los envió):




o tal vez quieran aprovechar para tomar un buen café (pueden decir que Spectator los envió):




y quienes estén hospedados en un hotel como el Hilton de Hanoi ubicado a un lado de la Casa de Opera de Hanoi (el hotel tiene todas las amenidades y comodidades que se encuentran en los hoteles Hilton de otros países como Alemania y Suiza, incluyendo desde luego libre conexión a Internet sin restricción alguna):




quizá querrán a salir a pasear de noche por las calles de la ciudad de la ciudad Ho Chi Minh:




o en la ciudad de Hanoi:




Posiblemente quienes vayan a Vietnam de paseo se topen con franceses o con norteamericanos, pero ya no en calidad de soldados pertenecientes a tropas invasoras sino en calidad de turistas, en cuyo caso ciertamente son bienvenidos al igual que lo son todos los demás visitantes de los demás países del mundo.

Al empezar el siglo XXI, Vietnam era ya un país completamente libre, sin la presencia de un solo extranjero profanando con las plantas de sus pies el suelo vietnamita que debe ser de vietnamitas por derecho propio. Vietnam ha progresado usando un modelo de economía socialista combinado con una economía de libre mercado, lo cual ha salvado a Vietnam de convertirse en un expulsor de miles de indocumentados desempleados muriéndose de hambre como ocurre actualmente con varios países latinoamericanos que no mencionaremos por respeto a la dignidad de los mismos.

¿Significa entonces lo que hemos visto arriba que los jóvenes norteamericanos que murieron peleando en Vietnam murieron en vano, y lo que es peor, murieron peleando por la causa equivocada? ¿Significa entonces que esos pobres jóvenes norteamericanos terminaron igual que los soldados alemanes que murieron peleando por Hitler haciéndolo por la causa igualmente equivocada del Nazismo?  Saque el lector sus propias conclusiones.

Habiendo visto lo anterior, veamos ahora la historieta urdida por la extrema derecha mexicana sobre lo sucedido en Vietnam a la luz del bizarro argumento de una “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio del mundo sometiéndolo a un régimen totalitario de corte estalinista bajo la dirección de “un super-gobierno mundial judaico” (los vietnamitas de hoy se desternillan de la risa y hasta se quedan azorados cuando se enteran acerca de la versión de lo que la ultraderecha dice que es “la verdadera Historia” de Vietnam). Esto es lo que aparece casi al final del doctrinario neofascista Derrota Mundial en su decimoséptima edición publicada en 1966 y elaborada por el “sabio gurú” de la ultraderecha mexicana Salvador Borrego (cabe destacar que la literatura de ultraderecha contemporánea no le concede crédito ni mérito alguno al brillante estratega vietnamita General Vo Nguyen Giap; es más, ni siquiera lo nombra, como tampoco le concede crédito ni mérito alguno al sacrificio llevado a cabo por el pueblo de Vietnam para lograr su independencia y terminar siendo hoy una colonia de nadie excepto de los mismos vietnamitas):

VIETNAM (antes Indochina).—La infiltración roja se inició el 19 de diciembre de 1946, cuando este país era colonia francesa, y tanto el gobierno de Francia comoel Presidente Truman anunciaron su “firme” determinación de defenderlo. Pero estuvieron enviando una ayuda de tal manera dosificada que los chinos rojos no fueron detenidos. Por un sarcasmo del destino 46,000 soldados alemanes —enrolados en la Legión Extranjera Francesa— perecieron en Indochina combatiendo por la misma causa que defendieron en Europa. Una vez minada la resistencia, en julio de 1954 el israelita Mendes-France, entonces Primer Ministro de Francia, cedió al marxismo judío la mitad de Indochina, lo mejor de su industria y 12 millones de indochinos que habían luchado con lealtad y sangriento sacrificio en el bando de Occidente. Al firmar la capitulación en Ginebra, el judío Jules Moch, representante de Francia en la ONU, dijo satisfecho: “Es una victoria del valor y de la voluntad”. El país quedó dividido en Vietnam del Norte (obsequiado al comunismo) y Vietnam del Sur. Después los rojos llevaron guerrilleros al sur y promovieron desórdenes de estudiantes y de budistas; incluso formaron arsenales en varias pagodas. Su gran ofensiva para comunizar al Vietnam del Sur fracasó en agosto de 1963, con gran disgusto del grupo político de Kennedy, que tachó de “dictador” al Presidente católico vietnamés, Dinh Diem, porque no se doblegó ni hizo concesiones a los conspiradores rojos. Kennedy acordó a principios de octubre disminuir la ayuda económica y militar a Vietnam. La señora Dinh Nhu, cuñada del Presidente Diem, se trasladó a Estados Unidos a denunciar esas increíbles maniobras. Y el 2 de noviembre el Presidente Diem y su hermano fueron asesinados. La señora Nhu comentó que la Casa Blanca había dado a Vietnam “una puñalada por la espalda”. El régimen que reemplazó al presidente Diem trató de contemporizar con los rojos, pero en enero de 1964 fue derrocado por militares nacionalistas (general Khan), y se reanudó la lucha contra la comunización del país. Las fuerzas armadas americanas (Pentágono) han venido insistiendo en que la comunización de Sudvietnam facilitaría a China Roja apoderarse después de Tailandia, las Filipinas, Birmania y la India, y por tanto han venido ayudando a los anticomunistas vietnamitas. Por su lado, el Departamento de Estado americano ha pretendido restringir esa ayuda y “neutralizar” a Sudvietnam. En este forcejeo los militares americanos se apuntaron una ventaja en febrero de 1965, al bombardear las bases del invasor rojo en territorio del Vietnam del Norte (llamado Vietcong). Hay la creencia de que tal ventaja la consiguieron los militares americanos gracias a la discrepancia surgida entre el Kremlin y China Roja. El Kremlin quiere un período de comunización gradúal, para afianzar lo ganado, y China Roja quiere un avance más rápido. Y como el Departamento de Estado americano coincide con la política del Kremlin, no ha desarrollado mayor esfuerzo para impedir que la aviación americana golpee las bases del Vietcong, que precisamente son bases de China Roja. Sin embargo, Johnson y el Departamento de Estado han impedido que la aviación americana ponga fuera de combate a la industria bélica y a las comunicaciones de los rojos y ha vetado el bombardeo de los objetivos más importantes. Es decir, se ceden ventajas y protección al enemigo, como sucedió en Corea.

Obsérvese que en ningún lado se hace mención al héroe nacional de Vietnam, el General Vo Nguyen Giap, lo cual era de esperarse, porque esta clase de personajes “incómodos” tienden a debilitar enormemente el principal argumento de la extrema derecha neofascista acerca de una “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio del planeta.

Hay pues dos versiones distintas de la Historia, dos versiones distintas de los hechos. Escoja el lector la versión que a su buen juicio crea que merece mayor credibilidad de acuerdo con la realidad de hoy, que es la que verdaderamente cuenta.