domingo, 22 de septiembre de 2013

Salvador Borrego y el “judío” Jacobo Arbenz

El pseudo-historiador revisionista por excelencia de la ultraderecha mexicana, Salvador Borrego Escalante, no sólo “descubrió” lo que según él es “la Historia verdadera de la Segunda Guerra Mundial” (una “revelación” consignada en su libro Derrota Mundial) y “la Historia verdadera de México” (una “revelación” consignada en su libro América Peligra). También “reveló” lo que según él es la “Historia verdadera” de otros países, diferente de un abstracto al que llama “la Historia oficial”, países tales como Guatemala.

En la gran mayoría de las numerosas ediciones del doctrinario ultraderechista Derrota Mundial aparece consignado el siguiente párrafo:

“En 1951, el Presidente Jacobo Arbenz, de orígen judío, acentuó los apuestos para conducir al país gradualmente hacia el comunismo. Pero en 1954, aprovechando la alarma que provocó en Estados Unidos la capitulación de Occidente en Indochina, las fuerzas patrióticas norteamericanas ayudaron al general Castillo Armas a derrocar al régimen de Arbenz, que carente de apoyo popular se desplomó rápidamente. Los jefes judíos guatemaltecos Jacobo Arbenz, Jaime Rosenberg, Rogelio Wer y Jacobo Sánchez huyeron al extranjero y quedó al descubierto que la Gran Logia Masónica de Guatemala estaba cooperando secretamente en la comunización del país. Castillo Armas la disolvió y tiempo después fué asesinado.”

Este párrafo de Salvador Borrego puesto con su puño y letra merece una inspección detallada. Al decir “el Presidente Jacobo Arbenz, de origen judío”, Salvador Borrego no dijo “posiblemente Jacobo Arbenz haya sido de origen judío” o “hay indicios de que Jacobo Arbenz pudiera ser de origen judío”. Lo afirmó de modo categórico, sin el menor titubeo, como algo incuestionable y verídico que él ya había verificado por su propia cuenta y con sus propios ojos. Al haber emitido tal afirmación, éste puso todo su prestigio y toda su credibilidad detrás del famoso párrafo.

Si todo lo que dice el párrafo de Salvador Borrego es cierto, entonces la hipótesis ultraderechista Nazi de una “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio del mundo adquiere indudables visos de credibilidad, al menos en lo que a Guatemala respecta, y la tesis de la ultraderecha parece estar confirmada con lo que dice el párrafo; allí están juntos en unas cuantas líneas todos los elementos.

En ninguna de las ediciones del libro Derrota Mundial se incluye fotografía alguna de Jacobo Arbenz. Como Salvador Borrego no lo hizo, Spectator subsanará tal omisión. Este era Jacobo Arbenz en vida:






Cualquiera que tenga un nombre como Jacobo Arbenz por su solo nombre parecería ser alguien con ascendencia judía. ¿No es así? Bueno, no precisamente. Abraham Lincoln tenía por nombre el nombre de Abraham, el principal patriarca de los israelitas, y si hay algo de lo que podemos estar absolutamente seguros es que Lincoln no era judío.

Lo primero que llama la atención es que Salvador Borrego, al referirse a Jacobo Arbenz, se abstuvo deliberadamente de dar el nombre completo de este personaje histórico, el nombre con el cual fue bautizado. ¿Por qué? Muy posiblemente porque su nombre completo era Jacobo Arbenz Guzmán, lo cual por sí solo le quita mucho de lo "judío" a su nombre. Porque resulta que la madre de Jacobo Arbenz era una guatemalteca, llevando en sus venas algo del mestizaje que se dió con la conquista española del continente americano. Esto nos deja únicamente al padre de Jacobo Arbenz como posible judío. Pero aquí surge otro problema, porque resulta que en la tradición judía la calidad de “israelita” se transmite no por el padre sino por la madre. Investigando más a fondo al padre, encontramos que el padre, llamado también Jacobo Arbenz, era un farmacéutico suizo-alemán que inmigró a Guatemala, casándose con una guatemalteca de nombre Octavia Guzmán (posteriormente, Jacobo Arbenz Guzmán se casó con una salvadoreña de nombre María Cristina Vilanova).Y tan era suizo su padre, que ya tiempo después Jacobo Arbenz aplicó para obtener la ciudadanía suiza cuando tras su caída como Presidente de Guatemala estuvo buscando un lugar en donde fincar su residencia permanente. 

Otro hecho que llama la atención es que Jacobo Arbenz Guzmán, ya en el exilio, en ningún momento intentó emigrar al territorio palestino, en donde estaba siendo creado el nuevo Estado de Israel, lo cual hubiera hecho si realmente tenía algo de “judío” que lo uniera con los israelitas. Otro hecho que también llama la atención es que ningún historiador judío en ninguna parte del mundo ha querido reclamar al ex Presidente de Guatemala como judío, porque para los historiadores judíos Jacobo Arbenz Guzmán nunca fue ningún judío. Fue descendiente de un farmacéutico suizo-alemán y una guatemalteca, y punto.

No ha sido posible encontrar, hasta la fecha, un solo documento oficial (acta de nacimiento, acta de defunción, una nota periodística de alguna fuente fidedigna, lo que sea) con el cual sea posible atribuírle a Jacobo Arbenz Guzmán a través de su genealogía sangre judía. Es precisamente por ello que en ninguna de las ediciones de su libro “Derrota Mundial” Salvador Borrego anexó absolutamente nada con lo cual pudiera probarle al mundo entero la veracidad de algo que estaba afirmando de modo tan categórico. Pero si Salvador Borrego no contaba con un solo documento oficial en sus manos que le permitiera probar tan aventurada aserción, ¿entonces de dónde sacó su conclusión? Es en este punto en donde debemos sospechar, necesariamente, que el “judaísmo” de Jacobo Arbenz fue una invención deliberada de Salvador Borrego, como muchas otras ficciones que aparecen en sus libros. Para esto, lo único que tiene a su favor Salvador Borrego entre sus alucinados seguidores es que su palabra debe ser tomada siempre como una verdad absoluta sin ser puesta jamás en tela de duda, como si fuese un dogma de fé, y por lo tanto Salvador Borrego nunca tiene que probar nada de lo que afirma con tanta temeridad. Esto es algo típico de la propaganda de la ultraderecha. Si Arbenz Guzmán realmente hubiera sido un judío, el hecho habría acaparado los titulares de la prensa mundial en aquella época al haberse elegido democráticamente al primer Presidente judío en la Historia de Guatemala (Francia estuvo a punto de tener el primer Presidente judío en su Historia, hasta que alguien muy posiblemente asociado con la ultraderecha francesa le tendió una bien elaborada trampa dándole la puntilla a sus aspiraciones presidenciales), máxime que estaba casado con su esposa María Cristina Vilanova por la Iglesia Católica, los historiadores de Guatemala estarían dando cuenta del hecho, y el día de hoy el nombre de Arbenz Guzmán aparecería entre los personajes judíos famosos listados en la voluminosa Enciclopedia Judaica, lo cual jamás ha ocurrido.

De lo que sí no hay absolutamente ninguna duda es de la filiación izquierdista de Jacobo Arbenz Guzmán, hay documentos históricos de sobra para comprobarlo. Pero sobre la aserción de que además de ello era judío, aserción hecha en forma terminante y categórica por el principal anacoreta de la ultraderecha mexicana, esto necesariamente tiene que ser desechado como una falsedad inventada con todo dolo y mala fé para darle visos de credibilidad a la leyenda ultraderechista de “la gran conspiración judía masónica comunista”.

Aunque se cuenta con toda la genalogía completa hasta tres generaciones atrás de Jacobo Arbenz Guzmán para desmentir la aserción estúpida de que era un judío, no gastaremos tiempo en entrar en tanto detalle para probar algo que el mismo Salvador Borrego debió haber probado fehacientemente a sus lectores, puesto que que el que afirma algo es el que está oblidado a probar, y está obligado a probarlo con pruebas documentales creíbles o hechos históricos irrebatibles, si es que tiene en sus manos pruebas de lo que afirma con tanta seguridad. Si realmente Jacobo Arbenz Guzmán era un judío, Salvador Borrego jamás le presentó una sola prueba a nadie para probar su aventurada aserción sin dejar un solo asomo de duda, esto es algo que sólo él lo supo, y jamás le dijo a nadie de donde extrajo tal dato si no es que lo sacó de su fértil y enfermiza imaginación.

Un dato que puede ser de interés es la muerte en circunstancias extrañas de Jacobo Arbenz Guzmán en México mientras se estaba bañando, en versiones que van desde un paro cardiaco hasta el haber muerto ahogado en la bañera. Sobre la segunda versión de que Jacobo Arbenz Guzmán pudiera haber muerto ahogado en la bañera, esto excede los límites de la credibilidad porque la principal causa de este tipo de muerte es a consecuencia de una caída producida por un resbalón en los mosaicos o la cerámica de la bañera (la principal causa de muerte en estos accidentes), pero no el morir ahogado. Hay quienes tienen razones para sospechar que, de hecho, Jacobo Arbenz Guzmán fue asesinado mientras estaba en México haciendo planes para regresar a Guatemala. Aunque de buenas a primeras el primer sospechoso pudiera ser la misma Central Intelligence Agency (CIA) que fue la que planificó y organizó el golpe de Estado en contra suya, esto con la finalidad de impedir que pudiera volver a Guatemala para reclamar su posición como Presidente, ya para entonces a Jacobo Arbenz Guzmán se le había hecho mucha mala fama en Guatemala y estaba bastante desacreditado, y además carente de recursos. El gobierno norteamericano no tenía absolutamente nada que ganar con el asesinato superfluo de Jacobo Arbenz Guzmán y sí mucho que perder en caso de fallarle tan riesgosa operación. El gobierno mexicano que le había concedido asilo político tampoco tenía absolutamente nada que ganar llevando a cabo tal crimen (en todo caso, simple y sencillamente le habría negado el asilo político desde un principio), siendo éste un asunto relacionado con una nación extranjera, Guatemala, y en todo caso, de querer perjudicarlo, el gobierno mexicano lo habría deportado directamente hacia Guatemala en donde los enemigos de Jacobo Arbenz Guzmán estaban más que ansiosos por ponerle la horca. Esto cierra casi todas las posibilidades, excepto una que todavía sigue resonando sobre todo en algunos rincones de la ciudad de Guadalajara, la posibilidad de que Jacobo Arbenz Guzmán haya sido asesinado por un escuadrón de la muerte de la extrema derecha mexicana enviado para tales efectos hasta la ciudad de México, con órdenes de hacer aparecer el crimen como si hubiese sido un accidente o una muerte natural. Sobre esto, Spectator no tiene absolutamente nada para substanciar los rumores persistentes de que Jacobo Arbenz Guzmán haya sido asesinado por un comando élite de fuerzas de choque despachado para tales efectos por la sociedad secreta neo-fascista Los Tecos operando desde el interior de la Universidad Autónoma de Guadalajara (cuando Jacobo Arbenz Guzmán falleció, la Organización Nacional del Yunque aún no nacía, apenas era un proyecto a largo plazo que estaba siendo considerado por los líderes supremos de Los Tecos). Y el hombre que pudo haber ordenado directamente la comisión de tal asesinato falleció hace algunos años sin dejar en ninguna parte confesión del hecho. Es posible que la verdad sobre la muerte de Jacobo Arbenz Guzmán permanezca por siempre como un misterio sin resolver. Pero si así sucedió, lo único que puede hacer México en forma por demás extemporánea es ofrecerle sus más sentidas disculpas a la hermana República de Guatemala ofreciéndose como atenuante el hecho de que se trata de tipos que le han estado causando demasiados dolores de cabeza al mismo México alimentados con propaganda literaria como la que se está desenmascarando aquí.

Descartada cualquier posibilidad de que Jacobo Arbenz Guzmán haya podido ser “un judío al servicio incondicional de la gran conspiración judía masónica comunista”, enfoquémonos ahora sobre los otros personajes del párrafo consignado en el libro Derrota Mundial. Enfoquémonos sobre Jaime Rosenberg. Con un nombre así, el tipo ciertamente debería de haber sido un judío, ¿no es cierto? ¡Y además, lo afirma categóricamente el mismo Salvador Borrego! Bueno, no precisamente, y aquí estaríamos cometiendo el mismo error garrafal que cometen los pseudo-historiadores y anacoretas de la ultraderecha así como sus atolondrados y creídos seguidores que dan por hecho el que alguien definitivamente tiene que ser un judío por el solo hecho de que su nombre parezca ser el de un judío.

Si Jaime Rosenberg parece ser un judío, entonces ello no sería por su nombre de pila, el nombre hispano Jaime, sino por su apellido paterno, Rosenberg. ¿Esto lo hace judío?

Para responder esta pregunta, en forma casi obligada tenemos que voltear nuestros ojos hacia otro personaje histórico, un personaje llamado Alfred Rosenberg. Judío, ¿no? Definitivamente no. Resulta que Alfred Rosenberg fue uno de los más prominentes Nazis que pudieran haber militado al servicio del Tercer Reich, fue uno de los más leales e incondicionales esbirros que Hitler hubiera podido encontrar sobre la faz de la Tierra. Y en ningún momento hubo jamás la menor duda entre la jerarquía Nazi de que Alfred Rosenberg pudiera tener en sus venas una sola gota de sangre judía. He aquí dos fotografías del Nazi “ario entre los arios” Alfredo Rosenberg: 






Dicho sea de paso, Alfred Rosenberg terminó ahorcado tras la derrota Nazi como criminal de guerra. Y en ningún momento intentó usar en su defensa el argumento de que él era realmente un pobre judío que simuló ser un Nazi para salvarse de los hornos crematorios de Auschwitz. ¡No señor, eso jamás! Hasta el final de sus días, se aferró a su convicción de que en él no había ni siquiera una millonésima de sangre judía, algo que el mismo Himmler, el jefe de la Gestapo y las SS, tal vez haya confirmado a petición personal del mismo Hitler.

De nueva cuenta, si realmente Jaime Rosenberg era un judío, Salvador Borrego jamás le presentó una sola prueba a nadie para probar su aventurada aserción, esto es algo que sólo él lo supo, y jamás le dijo a nadie de donde extrajo tal dato si no es que de su fértil y enfermiza imaginación. Aunque si Salvador Borrego no reprodujo jamás en ninguna de las ediciones de sus libros una sola prueba documental para demostrar el presunto “judaísmo” del guatemalteco Jaime Rosenberg, seguramente es porque nunca tuvo tal prueba, seguramente es porque simple y sencillamente lo supuso.

¡Cero y van dos!

Otro “judío” que Salvador Borrego mete en su párrafo es Jacobo Sánchez, esto con la finalidad de que en su relato haya dos Jacobos, aumentando el efecto ilusorio de la supuesta presencia de judíos guatemaltecos en la comunización de Guatemala. Puesto que Salvador Borrego afirmó que Jacobo Sánchez era un judío (aquí el apellido Sánchez no sirve en lo absoluto para suponerle ascendencia judía ya que se trata de un apellido hispano de lo más común y corriente, con el debido respeto para los cientos de miles de latinoamericanos que se apellidan Sánchez). Salvador Borrego debió de haber dedicado al menos un cuarto de página de su libro para demostrar el linaje judío de Jacobo Sánchez. Pero de nueva cuenta, si realmente Jacobo Sánchez era un judío, SB jamás le presentó una sola prueba a nadie para probar su aventurada aserción, esto es algo que sólo él lo supo, y jamás le dijo a nadie de donde extrajo tal dato si no es que de su fértil y enfermiza imaginación. Spectator ha investigado algo del árbol genalógico del guatemalteco Jacobo Sánchez yendo hasta dos generaciones atrás, y no ha podido encontrar ascendencia judía alguna. Pero no se perderá tiempo aquí en reproducir las constancias oficiales que se tienen de los progenitores de Jacobo Sánchez así como las de sus tíos y hermanos. Salvador Borrego es el que afirma sin titubeos que Jacobo Sánchez era un judío. Pues si lo afirma, que lo pruebe

¡Cero y van tres!

Esto nos deja ya con un solo personaje como posible “judío” entre los “judíos” de Salvador Borrego, a Rogelio Wer. Pero aquí se tiene otro problema esta vez de naturaleza insuperable, ya que su nombre completo es Rogelio CRUZ Wer. Y esto no es una ficción, lo podemos leer claramentte en documentos de la CIA que fueron desclasificados en 2003, medio siglo después de que se escribiera Derrota Mundial. ¿Realmente habrá alguien tan ingenuo que crea que un judío no convertido al cristianismo llevará en su nombre la palabra CRUZ? De este modo, el problema que tiene aquí Salvador Borrego para probar su dicho es que este individuo no puede ser identificado como judío ni siquiera por su nombre, mucho menos por su genealogía.

¡Cero y van cuatro!.

Spectator no meterá sus manos al fuego por Rogelio Wer, considerando que su puesto era del de Director de la Guardia Civil (el equivalente a Jefe de Policía en México), y ningún funcionario que ostente un cargo de esta naturaleza se puede dar el lujo de ser excesivamente blando tratando a todos los detenidos como si fueran señoritas de internado, porque con una actitud así lo más probable es que no será muy útil para reducir los índices de criminalidad, sobre todo si se las tiene que ver con narcotraficantes, tratantes de blancas, sicarios del crimen organizado, violadores, secuestradores, etcétera.

En su párrafo, y sin dar mayores detalles, Salvador Borrego afirma que Jacobo Arbenz fue removido por las “fuerzas patrióticas norteamericanas” que ayudaron al golpista Carlos Castillo Armas a derrocar al régimen democráticamente electo de Arbenz Guzmán. ¿Y quiénes fueron esas “fuerzas patrióticas norteamericanas” a los que hace referencia y tanto alaba Salvador Borrego? Seguramente deben serlo los agentes de la Central Intelligence Agency, agencia norteamericana que en los tiempos de la Guerra Fría tenía como misión prioritaria el derrocamiento de Jacobo Arbenz Guzmán, al igual que el derrocamiento del Presidente de Chile Salvador Allende (también electo democráticamente por el pueblo chileno) reemplazándolo por el feroz e implacable dictador de ultraderecha Augusto Pinochet (la intervención de la CIA en el derrocamiento de Salvador Allende es algo que ya ni siquiera la misma CIA trata de negar). Hay algo más que se puede decir al respecto sobre las actividades de la CIA en los asuntos internos de Guatemala, tal cosa se hará un poco más abajo.

Salvador Borrego afirma que Jacobo Arbenz Guzmán carecía “de apoyo popular”. Pero si tal cosa fuera cierta, ¿por qué se requirió la amenaza de una intervención militar norteamericana directa en Guatemala para deponerlo? En tal caso, lo habrían depuesto los mismos guatemaltecos, sin injerencia extranjera alguna. La amenaza de un desembarque anfibio de miles de marines en suelo guatemalteco en apoyo del mercenario de la CIA Castillo Armas fue suficiente para convencer a cualquier guatemalteco de que cualquier resistencia o enfrentamiento con las tropas norteamericanas sobre suelo guatemalteco equivaldría a un suicidio inútil y estéril. Y la Unión Soviética no envió un solo soldado, un médico, una pistola, ni siquiera una sola bala, para permitirle a los guatemaltecos defender su soberanía.

El Presidente Arbenz Guzmán, siguiendo el ejemplo del Presidente mexicano Lázaro Cárdenas (un Presidente socialista al cual detesta y aborrece en grado sumo la ultraderecha mexicana) que le expropió grandes porciones de tierras a los latifundistas remanentes de la dictadura del Porfiriato además de nacionalizar el petróleo haciéndolo propiedad de los mexicanos en lugar de que fuese propiedad de empresas extranjeras, intentó llevar a cabo varias reformas socialistas de acuerdo a los principios típicos de las izquierdas. En su corto período como Presidente, Arbenz Guzmán impulsó varias reformas, algunas de ellas parecidas a reformas implementadas en México tales como la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social (I.M.S.S.) que la extrema derecha mexicana en su momento denunció como “la socialización de la medicina, un paso más hacia el comunismo” (los ultraderechistas mexicanos, si pudieran, hoy mismo desaparecerían por completo al I.M.S.S., dejando al garete y al desamparo a sus millones de derechohabientes mexicanos que no cuentan con recursos para atenderse en clínicas particulares con médicos particulares. Con todo y la mala fama que el I.M.S.S. se ha ganado en varias partes por la deficiente calidad de varios de sus servicios, eso ciertamente es mejore que NADA, que es lo que la ultraderecha mexicana quisiera propinarle al trabajador mexicano que no tiene otra opción al alcance de su bolsillo). Aunque la filología izquierdista de Jacobo Arbenz Guzmán fue un factor decisivo en la decisión tomada en Washington para removerlo como Presidente de Guatemala, lo que a fin de cuentas precipitó su caída fue su atrevimiento de haberse metido con los intereses de la poderosa transnacional United Fruit Company (de la cual Salvador Borrego no dijo nada en Derrota Mundial) a la cual le expropió terrenos baldíos para entregárselos a campesinos desposeídos, una historia que muchos guatemaltecos conocen mucho mejor que el pseudo-historiador revisionista de México que les quiso re-escribir su “Historia oficial” con una versión ultraderechista apoyada en datos falsos.

Cuando estos hechos sucedieron, el Secretario de Estado norteamericano era John Foster Dulles, el mismo al que se le atribuye la famosa frase “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”:




Salvador Borrego jamás incluyó en ninguna de las ediciones de su libro Derrota Mundial alguna fotografía del mercenario al servicio incondicional de la CIA Carlos Castillo Armas que depuso al Presidente democráticamente electo Arbenz Guzmán. Como no lo hizo, Spectator subsanará aquí tal omisión. Estas son dos de las fotografías mejor conocidas del “salvador” de Guatemala Carlos Castillo Armas, es como muchos guatemaltecos mejor lo recuerdan:






No quede duda alguna de que para colmar su ambición desmedida de poder, para ser instalado como Presidente así fuese espurio (sin ninguna libre elección popular de por medio), el “salvador de Guatemala” Castillo Armas estaba más que dispuesto a abrirle las puertas de su patria a una potencia extranjera y aceptar el derramamiento de la sangre de sus propios compatriotas. Algo parecido ocurrió en México cuando los conservadores, predecesores de la misma derecha reaccionaria de hoy de la cual han salido personajes como Salvador Borrego, le abrieron las puertas de México a los invasores franceses para instalar a punta de bayonetas derramando cuanta sangre mexicana fuese necesario derramar la monarquía encabezada por un extranjero con la cual los conservadores anhelaban destruír la República y la democracia en México (la ultraderecha siempre ha detestado y siempre ha sido enemiga acérrima de la democracia, a la cual sólo ve con buenos ojos cuando puede utilizarla para llegar a la cima del poder), sólo que en México, a diferencia de Guatemala, el Presidente de la República se quedó en el país para encabezar la lucha en contra de los soldados invasores franceses hasta que fueron expulsados. Lógicamente, la derecha ultraconservadora detesta y aborrece en sus escritos al indígena oaxaqueño de Guelatao que llegó a la Presidencia por méritos propios y que salvó a México de las garras traidoras de los conservadores.

Derrocado el Presidente Arbenz Guzmán, no tardó en desatarse una purga en toda Guatemala “para limpiar al país de comunistas y socialistas”, emprendiéndose una cacería en la que se cometieron atrocidades tan malas como las que se le atribuyeron a Rogelio Wer y Jaime Rosenberg, pero de estas purgas y estas cacerías nunca hablan los literatos de la ultraderecha apologistas del Nazismo como Salvador Borrego, y cuando hablan de ellas es para alabarlas porque los perseguidos y las víctimas “se lo tenían bien merecido, por ser comunistas”. A fin de cuentas, el legado a largo plazo de la intervención norteamericana en el panorama socio-político de Guatemala produjo el mismo efecto que la intervención norteamericana en el panorama socio-político de Iraq en donde el objetivo era el derrocamiento de Saddam Hussein: una guerra civil prolongada y sangrienta con miles de muertos por venir, sin ninguna ayuda norteamericana para las viudas y los huérfanos.

Pasemos ahora al análisis de otra afirmación categórica de Salvador Borrego, en la cual asegura tajantemente que “quedó al descubierto que la Gran Logia Masónica de Guatemala estaba cooperando secretamente en la comunización del país”. Salvador Borrego no dijo “posiblemente la Gran Logia Masónica estaba cooperando secretamente en la comunización del paíz” o “hay indicios de que la Gran Logia Masónica pudiera haber estado cooperando secretamente en la comunización del país”. Lo afirmó de modo categórico, sin el menor titubeo, como algo incuestionable y verídico que él ya había comprobado por su propia cuenta, con sus propios ojos. Al haber emitido tal afirmación, Salvador Borrego puso todo su prestigio y toda su credibilidad detrás de esta afirmación. En lo que toca a ésta afirmación categórica de Salvador Borrego, el lector pensante (en contraste con el lector pasivo) se dá cuenta de inmediato de que Salvador Borrego omite por completo dar siquiera una remota pista del origen de su dato. ¿Cuándo quedó al descubierto que la Gran Logia Masónica de Guatemala estaba cooperando secretamente en la comunización del país? ¿Cómo quedó al descubierto que la Gran Logia Masónica de Guatemala estaba cooperando secretamente en la comunización del país? ¿Quién lo descubrió? Sobre estas interrogantes sin respuesta, Salvador Borrego siempre ha guardado un silencio sepulcral en relación con algo que debería haber ocupado por lo menos dos páginas de su libro. Entonces, ¿cómo lo supo Salvador Borrego? ¿De dónde sacó el dato? Si se trata de una mera “revelación” dada por un “iluminado”, para bien o para mal ese tipo de “revelaciones” no tienen ninguna validez ni en los tribunales ni son aceptadas en los recuentos dados por historiadores profesionales, y menos cuando viene de un tipo que es proclamado como un “iluminado” únicamente por sus fanatizados seguidores que le creen todo lo que escribe sin poner nada en tela de duda.

Si realmente hubiese habido tal “cooperación secreta de la Gran Logia Masónica de Guatemala para la comunización del país”, un mercenario de la CIA como Castillo Armas no se habría tentado el corazón ni habría perdido tiempo en ordenar la demolición total de la Gran Logia Masónica de Guatemala, ni se habría medido en haber ordenado el fusilamiento de todos los “hermanos fraternos” de la logia, lo cual dicho sea de paso habría acaparado de inmediato los titulares de la prensa mundial. Lo que sí hubo, a consecuencia de la asonada cometida en contra del Presidente democráticamente electo de Guatemala y los puntos de vista contrastantes sobre qué hacer ante la crisis, fue una fisura interna en la cual los “hermanos masones” de Guatemala hicieron a un lado sus “lazos fraternos”, produciéndose un cisma que culminó en la creación de otra logia, habiendo con ello más logias masónicas en Guatemala que las que había antes de la remoción del Presidente Arbenz Guzmán. Solo en tiempos más recientes hicieron a un lado sus diferencias, reconciliándose y fumando “la pipa de la paz”. Al día de hoy, los masones de Guatemala siguen teniendo sus logias, se siguen reuniendo como siempre lo han hecho, y hasta dan de qué hablar de vez en cuando sobre eventos sociales y cosas por el estilo que nada tienen que ver con las alucinaciones conspiratorias de sus paranoicos acusadores que militan en la extrema derecha neo-Nazi. La aserción de Salvador Borrego de que la Gran Logia” no está respaldada por ninguna prueba, lo cual explicaría el por qué Salvador Borrego no incluyó absolutamente nada en su mamotreto Derrota Mundial para darle plena validez a tan aventurada afirmación.

Entre las pocas cosas ciertas que afirma Salvador Borrego en el párrafo de su libro Derrota Mundial que hemos estado analizando sobre lo que según él es “la verdadera Historia de Guatemala” en la versión dada por la ultraderecha mexicana (a los literatos de la extrema derecha les gusta combinar sus ficciones con hechos verídicos para darle mayor credibilidad a sus fantasías y así mantener mejor engañados a sus alucinados seguidores, una táctica de propaganda de lavado de cerebros que fue refinada en los tiempos de la Alemania Nazi), está la aserción de que Castillo Armas fue asesinado. Y efectivamente, Castillo Armas fue asesinado, pero no por ningún masón ni por ningún comunista, mucho menos por algún judío. Fue asesinado por uno de los suyos propios. Sobre esto no hay duda alguna, porque fue asesinado dentro de la casa presidencial que en ese entonces era una guarnición militar, rodeado de militares tan golpistas como él. Para aquellos que quieran conocer la versión más extendida acerca del asesinato de Castillo Armas, se reproduce el siguiente artículo titulado “El magnicidio”, publicado en el número 14 de la revista guatemalteca ContraPoder con fecha 2 de agosto del 2013 agregándose a dicho artículo una entrevista llevada a cabo por los periodistas Marta Sandoval y Carlos de León a un hombre de nombre Arturo Gálvez, actual cuidador de vehículos que en 1957 era soldado en Casa Presidencial:




La enorme ingerencia del gobierno norteamericano en los asuntos internos de Guatemala en ésa época turbulenta quedó confirmada con la desclasificación llevada a cabo en 2003 de documentos confidenciales de la CIA tales como el documento mejor conocido como PBSUCCESS elaborado por un tal Jerome C. Dunbar, del cual se reproduce a continuación la primera página (el documento completo se puede descargar gratuitamente vía Internet desde los mismos servidores de la CIA):




La Operación PBSUCCESS estaba enmarcada dentro de un plan de acción más amplio titulado Operación PBFORTUNE, el cual estaba aprobado oficialmente (y en secreto) desde el 9 de septiembre de 1952. Aunque el operativo PBFORTUNE fue puesto en marcha en tal fecha, varios pasos de la estrategia ya habían sido decididos con anterioridad, ya que en enero de 1952 oficiales de la Dirección de Planes de la CIA habían redactado una lista de “top de comunistas que el nuevo gobierno desearía eliminar inmediatamente para un golpe anticomunista exitoso”.

En relación a la injerencia de la CIA (fuerzas patrióticas norteamericanas como las llamó Salvador Borrego en su libro Derrota Mundial) en los asuntos internos de Guatemala, una referencia valiosa es el libro CIA, Guatemala, Operación PBSuccess, elaborado por el historiador Nicholas Cullather y publicado en el 2009.

El libro de Nicholas Cullather es una breve revisión de la participación de la Agencia Central de Inteligencia durante el golpe de Estado de 1954 en Guatemala, a partir de los documentos desclasificados de la institución estadounidense, y parte de las investigaciones que Cullather realizó para el equipo de historiadores de la CIA, al que perteneció a principios de los años noventa. J. Kenneth McDonald, director del equipo, considera el libro como una publicación oficial de la institución, aunque aclara en el prefacio que “las opiniones expresadas en ella –como en todos nuestros trabajos– son exclusivas del autor y no necesariamente representan las de la Agencia Central de Inteligencia”. Partiendo de material de primera mano –los documentos desclasificados de la CIA sobre el asunto PBSUCCESS, como se denominó a la operación montada en 1954 por el gobierno estadounidense para derrocar a Jacobo Arbenz Guzmán– Cullather arma un relato –que de no ser por lo dramático de los acontecimientos y sus consecuencias, podría calificarse de fascinante– sobre la manera en que la CIA armó paso a paso todo un entramado de conspiraciones que terminaron con la derrota del presidente guatemalteco y de los oficiales del Ejército leales a la Revolución, que había comenzado diez años antes. Edgar Gutiérrez escribe en el prólogo del libro que “los documentos desclasificados de la CIA son reveladores del entrecruzamiento de percepciones paranoicas, visiones estratégicas, intereses de grandes empresas estadounidenses y universalización de patrones subversivos aplicables a distintas regiones del mundo, que solía acompañar a la adopción de decisiones internacionales por parte de Washington en los años de la guerra fría. Esa misma actitud que en 2009 el propio presidente Barack Obama trata de clausurar como anacronismo de la política de Estados Unidos contra Cuba, y ante la cual encuentra formidables resistencias entre los grupos conservadores”. “Lo que vino después –escribe Gutiérrez– fue una historia de infamia y tragedia, cuyas secuelas seguiremos padeciendo al menos dos generaciones más. Por eso la reedición de este análisis dirigido por el historiador Nick Cullather y basado en los documentos desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), seguirá siendo pertinente para la comunidad guatemalteca durante varias décadas, aunque no nos guste”. Por su parte, Cullather escribe: “La operación de la CIA para derrocar al gobierno de Guatemala en 1954 marcó un temprano cenit en el largo récord de acciones encubiertas de la Agencia. Cercana a las exitosas operaciones que instituyeron al Sha como gobernante en Irán (...) La operación guatemalteca, conocida como PBSUCCESS, utilizó una intensa campaña psicológica y paramilitar para reemplazar a un gobierno electo de manera popular por una entidad apolítica. En método, escala y concepción, no tuvo precedente, y su triunfo confirmó la creencia de muchos durante la administración de Eisenhower, de que las operaciones encubiertas ofrecían un seguro y económico sustituto de la resistencia armada contra el comunismo en el Tercer Mundo. Esta y otras “lecciones” de PBSUCCESS, alimentaron en la Agencia y oficiales administrativos, una complacencia que probaría ser fatal siete años después en Bahía de cochinos”. Y continúa diciendo Cullather: “Los estudiosos han criticado a la Agencia –continúa Cullather– por no advertir las circunstancias específicas que llevaron al éxito en Guatemala y por no adaptar la operación a las condiciones diferentes de Cuba. Los investigadores del golpe de 1954 también cuestionan la naturaleza del “éxito” en Guatemala. El gobierno derrocado de Arbenz no era, argumentan, un régimen comunista sino un gobierno reformista que ofrecía quizá la última oportunidad de un progresivo cambio democrático en la región. Algunos acusan a la administración de Eisenhower y a la Agencia de actuar para los intereses de inversionistas estadounidenses, particularmente de la United Fruit Company. Otros argumentan que la paranoia anticomunista y no los intereses económicos dictaron la política de la operación, pero con resultados igualmente lamentables”.

Por la fecha en la cual fue autorizada la Operación PBFORTUNE (9 de septiembre de 1952) así como por la fecha en la que fue elaborado el informe PBSUCCESS de la CIA detallando algunos pormenores del plan para llevar a cabo la deposición del “judío marxista” Arbenz Guzmán (24 de marzo de 1954) y la fecha en la cual se consumó el golpe de Estado en su contra (27 de junio de 1954), se puede concluír sin asomo de duda que la autorización para la remoción de Arbenz Guzmán tuvo que haber sido dada inicialmente por el Presidente norteamericano Harry S. Truman:




y dicha autorización tuvo que haber sido renovada por su sucesor el Presidente norteamericano Dwight Eisenhower:





en cuanto tomó posesión de su cargo en diciembre de 1953. Pero esto no les valió de nada a ambos para terminar siendo “bautizados” también como “cripto-judíos marxistas” por el mendaz Salvador Borrego. Esto es lo que dijo Salvador Borrego acerca del Presidente Eisenhower (al cual por cierto Salvador Borrego jamás le perdonó el haber encabezado el frente occidental de guerra que terminó acabando con las ambiciones demenciales de Hitler) en la decimoséptima edición de su libro Derrota Mundial publicada en 1966:

“Como jefe de las 91 divisiones aliadas se hallaba el general Dwight David Eisenhower, descendiente de una familia que en el siglo XVIII había emigrado de Alemania debido a la hostilidad que los judíos sufrían por parte de los nacionalistas alemanes. Jacobo Eisenhower y la pequeña Rebeca crecieron y se casaron en Estados Unidos y fueron los abuelos de Dwight David, que en el siglo XX habría de regresar a Alemania como vengador de sus antepasados.”

¿Y qué tiene que decir Salvador Borrego de Harry Truman, el predecesor del Presidente Eisenhower? Pues cosas como la siguiente:


“El israelita Zinoviev, jefe de la Tercera Internacional, con mucha visión política había dicho en Bakú en septiembre de 1920: “La ver­dadera revolución mundial estallará cuando los 800 millones que viven en Asia se unan con nosotros”. 25 años después otros dos israelitas (Roosevelt y Truman) traicio­naron a China y la entregaron para engrosar las filas de la “revolución mundial", planeada por el también israelita Karl Marx.” (Derrota Mundial, capítulo XI, segunda parte)
Cuando el pro-comunismo de Roosevelt y de sus herederos estaba a punto de colmar la paciencia del pueblo norte­americano, Truman erigió la mampara macabra de Corea. ¡Ahí estaba combatiendo al comunismo! Pero tras la sangre de la juventud americana se ocultaba el siniestro contubernio con el marxismo israelita. En cuanto algún comandante quería pasar de la mascarada al au­téntico combate antibolchevique, se volvía automáticamente no apto para el mando (Derrota Mundial, capítulo XI, tercera parte).

Hay más, desde luego. Lo siguiente aparece publicado en la parte final del capítulo XI del libro Derrota Mundial:


“Pero demócratas Roosevelt y Truman, y republicano Eisenhower, los tres tienen el mismo común denominador de su sangre israelita y los tres han obedecido al mismo consejero Bernard Baruch, Gran Jefe del Consejo Imperial del Templo Masónico y ejecutor de las órdenes del Gran Sanhedrín, o sea el oculto gobierno judío internacional.”

Quizá confiando en que sus seguidores son unos idiotas que le creen absolutamente todo y le toman su palabra como dogma que no requiere de ninguna justificación, Salvador Borrego ya no se tomó la molestia de corregir o eliminar estas incongruencias internas (y se trata de incongruencias mayores imposibles de ser reconciliadas) en sus ficciones pseudo-novelescas. Que al fin y al cabo su palabra es ley que no debe ser cuestionada, la ley de la ultraderecha, la ley de la selva.

Otra afirmación intrigante de Salvador Borrego es que el tal Bernard Baruch era “Gran Jefe del Consejo Imperial del Templo Masónico”. (A diferencia de la Iglesia Católica, en la cual hay una autoridad central para todo el orbe en la figura del Papa, las fraternidades masónicas operan de modo independiente sin una autoridad central que las rija, y este modo de operación no solo se aplica de país a país, se observa también de región a región dentro de un mismo país, e inclusive dentro de una misma ciudad. Los masones no solo carecen de un “Papa” masónico, por así decirlo, carecen también de “Cardenales” masónicos e inclusive de “Obispos”; como tampoco tienen la figura de un “Gran Jefe” de algún “Consejo Imperial”, y eso lo sabe cualquier masón. Salvador Borrego utiliza ladinamente el desconocimiento público de este dato importante pero con el cual él está perfectamente familiarizado para tejer a su antojo su telaraña de fabricaciones esperando que caigan incautos en su red.)

Y ya que estamos hablando de la Masonería, aprovecharemos la ocasión para desmitificar otra fábula. Uno de los mitos de la ultraderecha es el cuento de que una vez que el comunismo se ha instalado en un país lo primero en desaparecer son las logias masónicas al no ser ya necesarias para el plan de instalación de “un gobierno mundial judaico”. Pero no hay que ir muy lejos de México para ver el desmentido, en la República de Cuba siempre ha habido fraternidades masónicas (inclusive en la época de la Guerra Fría cuando Cuba recibía un amplio respaldo de la Unión Soviética), y sigue habiendo hasta la fecha fraternidades masónicas en Cuba. 

Paulatinamente, se empiezan a recabar una por una las pistas de que Salvador Borrego miente en su obra, y no miente una o dos veces, lo hace cientos de veces, y lo peor del caso, lo hace deliberadamente, con plena conciencia de lo que está haciendo en la fabricación de su propaganda-basura. La literatura médica en la rama de la psiquiatría tiene una terminología muy específica para describir aquellas personas que comparten este trastorno de la personalidad: el mentiroso patológico.

La ultraderecha es muy ingrata, está en su propia naturaleza, y una de las mejores pruebas de su ingratitud es el hecho de haberle inventado fines ocultos procomunistas a programas de los cuales la misma ultraderecha mexicana ha sido amplia beneficiaria. Veamos el siguiente párrafo tomado de la sexta parte del capítulo XI del libro Derrota Mundial:

“Bajo el disfraz de ciertas obras sociales, la Alianza para el Progreso apoya con dólares a gobernantes procomunistas y discrimina a los anticomunistas, a la vez que presiona para que se realicen “reformas” que van introduciendo características marxistas en la estructura económica y política del Continente.”

¿En verdad? Pues resulta que uno de los beneficiarios de tal ayuda económica norteamericana en la década de los sesentas lo fué la Universidad Autónoma de Guadalajara, la plataforma principal de operaciones de la gran abuela de todas las sociedades secretas de la extrema derecha mexicana, laborando cada una a su modo para la instauración en México de un gobierno paralelo oculto controlado por unos cuantos actuando desde la clandestinidad. ¡Y por favor, que no salga ahora Don Salvador Borrego que no sabía absolutamente nada de estas cosas, porque Spectator no es tarugo de nadie, especialmente de propagandistas del neofascismo encubierto como “salvador” Borrego! Para extremistas endurecidos y radicales como Salvador Borrego y los Tecos de la UAG, cualquiera puede parecerles “un judío marxista” por su solo nombre, por su aspecto físico, por su forma de pensar, por su forma de hablar, y hasta por su forma de andar, y es imposible darles gusto en todo, a tal grado tienen atrofiadas sus neuronas cerebrales con creencias que los incitan a la maldad e incluso al crimen.

No conforme con escribir su versión (neofascista) de lo que según él fue “la verdadera Historia de México” y “la verdadera Historia de Guatemala”, el novelista mexicano se abocó a escribir también porciones de “las verdaderas Historias” de otros países tales como Perú, Argentina, Brasil, El Salvador, etcétera, porque algún “gran iluminado” como él sin tener que presentarle pruebas a nadie de sus dichos tenía que “revelarles” a los despistados académicos e historiadores de tales países, ciegos todos, sobre lo que “realmente” estaba ocurriendo en sus países, todo explicado a la luz de la más grande leyenda de todas, la fantasía neofascista de “la gran conspiración judía masónica comunista”, entronizándose de este modo a sí mismo el novelista mexicano como uno de los más grandes historiadores que haya habido jamás en la Historia (revisada) de la humanidad. Pero si tan grande es, ¿por qué no le han dado un Premio Nóbel, un Premio Príncipe de Asturias, un Premio Nacional de Periodismo, una estatua suya en el Zócalo de la Ciudad de México, o ya “de perdis” inscribir su nombre con letras de oro en el Senado de la República? Seguramente porque todos los que se oponen a ello “son masones, judíos, o comunistas”, ¡tienen que serlo!, tienen que serlo, aunque de cualquier modo tal vez siga a la espera de que una secta oculta tan poderosa como la ultraderechista Organización Nacional del Yunque por fin le haga justicia quizá logrando algún día convertir los libros de Salvador Borrego en libros de texto de enseñanza obligatoria en las escuelas primarias y secundarias de México (tal y como lo hizo Hitler con el fraude literario ruso Los Protocolos de los Sabios de Sión que dió origen a la leyenda de la mitológica conspiración judía).

Para tratar de inculcar su antisemitismo rabioso de la manera en que lo hizo recurriendo deliberadamente a ficciones y burdas mentiras, elevando a tipos como Hitler a un pedestal de super-héroes y justificando sus numerosas atrocidades, Salvador Borrego tiene que tener el alma negra albergando una maldad casi infinita. ¡Y aún así con la mayor desfachatez siempre se ha proclamado a sí mismo como devoto seguidor y discípulo de la doctrina de amor de Jesús de Nazareth, y devoto adorador de la Virgen! Si se quiere encontrar gente hipócrita, hipócritas entre los hipócritas, la extrema derecha mexicana es el punto ideal para comenzar. Alguien le debería haber dado una buena tunda en las sentaderas a Salvador Borrego cuando era niño para meterle a nalgadas el Octavo Mandamiento “No mentirás ni levantarás falsos testimonios”. Pero en la decrepitud de su chochez y con un pie puesto en el sepulcro, es demasiado tarde para que el impostor aprenda nada que le ayude a ser un mejor mexicano y un mejor cristiano; ya es demasiado tarde para ello.

En este punto, vale la pena repasar las advertencias dadas por uno de los intelectuales más preclaros que ha tenido México, el cual tenía un conocimiento perfecto de hechos como los que aquí se exponen y que gracias a ello no mordió el anzuelo tendido por la propaganda:

De la derecha intelectual
Carlos Monsivais
EL UNIVERSAL
5 de agosto del 2007

De la fábrica de justificaciones a la represión

A lo largo del siglo XX latinoamericano, los intelectuales (escritores y pensadores) de la derecha intelectual, nunca numerosos, casi siempre inmersos en historia y teología, suelen apoyar de modo directo o sin quejas y reproches a gobiernos de mano dura y dictaduras, y difaman a gobiernos que por otra parte merecen críticas duras, a los que se oponen no por el autoritarismo feroz que no les preocupa tratándose de gobernantes de la derecha, sino por propiciar la separación de la Iglesia y el Estado.

En todas partes, estos filósofos, historiadores, novelistas, identifican la mano dura con la defensa de la moral y las buenas costumbres, la oposición a la justicia social y la supremacía de la censura.

Si bien la mayoría de los poetas católicos importantes no se afilia a la derecha, hay sin embargo eruditos y poetas apreciables y traductores de excelente nivel, que alternan sus méritos con la apología de Francisco Franco, las simpatías por el nazifascismo (sólo algunos de ellos, desde luego) y la exigencia de prohibiciones a nombre del moralismo.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, esta derecha intelectual se incorpora gozosa al anticomunismo. El estalinismo y el socialismo real merecen críticas amplias y campañas de protesta contra sus crímenes, pero a la derecha sólo parece obsesionarla la demanda de justicia social.

* * *

¿A quiénes apoyan los derechistas? A los que garantizan férreamente el orden (la supresión de la crítica) que, en su lógica, es el prerrequisito de la civilización cristiana.

En Venezuela, por ejemplo, secundan al golpista coronel Marcos Pérez Jiménez, que en 1948 envía al exilio al presidente Rómulo Gallegos y al poeta Andrés Eloy Blanco (entre otros); en Perú, a los generales que persiguen y diezman a los indígenas y los obligan a la rebeldía, mientras sostienen el feudalismo agrario y conducen al exilio a los escritores marxistas (ejemplos: Gustavo Valcárcel y Genaro Carnero Checa); en Guatemala (1954), al militar golpista Carlos Castillo Armas que, dirigido por la CIA, derriba el régimen del presidente Jacobo Arbenz y lanza al exilio a poetas, novelistas, ensayistas, teatristas (entre ellos Luis Cardoza y Aragón, Augusto Monterroso, Mario Monteforte Toledo, Manuel Galich, Carlos Illescas); en México, donde no hay intelectuales o escritores presos en la primera etapa de la guerra fría, se suman con entusiasmo a la campaña de difamaciones contra la izquierda, y alaban al Departamento de Estado cuando les niega las visas a “comunistas” de la índole de la actriz Dolores del Río y el músico Carlos Chávez. Su lema está a la vista: “La defensa del mundo libre”.

* * *

Las causas y los factores de movilización de la derecha: integrismo (la doctrina y el dogma o nada); antisemitismo; odio a la Revolución Francesa; rechazo del liberalismo; identificación del nacionalismo cristiano con el corporativismo; supremacía espiritual del clero sobre la nación. Localización policiaca del anticristo; educación religiosa en las escuelas públicas; impulso al “primer deber de los gobiernos: cristianizar los países”; persecución del habla popular... Y sobre todo, la defensa de la tradición.

El argentino Gustavo Martínez Zuviría, con el seudónimo de Hugo Wast, perpetra novelas infames (algunas de las cuales, por supuesto, se adaptan y filman en México: Flor de durazno, la prueba), y como ministro de Instrucción Pública es muy represivo, y como novelista, en El Kahel y Oro notifica del plan judío para el dominio del mundo por “un rey de la sangre de David que será el anticristo” (información en la excelente crónica de Horacio Verbitsky, Cristo vence, editorial Sudamericana, 2007). En México, en 1947, José Vasconcelos prologa Derrota mundial, de Salvador Borrego, una lamentación por la derrota de los nazis.

Los conservadores ven la oportunidad de “rectificar los malos pasos” de la sociedad y proceden inquisitoriamente. En la mayoría de los países la derecha ideológica o que eso dice ser ocupa los puestos culturales, elogia y demanda la represión, divulga versiones grotescas de las historias nacionales y niega el acceso a las universidades a los maestros liberales, izquierdistas o católicos no ortodoxos.

En la guerra fría los conservadores están en su elemento y no necesitan incrustarse en los organismos creados por la CIA como el Congreso por la Libertad de la Cultura. Eso les parece muy liberal, lo necesario es el control de la prensa, la radio, el cine; que se garantice el dominio de la élite a través de los colegios y escuelas confesionales, que se promuevan campañas de odio contra los signos de liberalización de las costumbres.

De la Ciudad Letrada y sus escenarios

La vieja Ciudad Letrada... Hasta mitades del siglo XX es clásica la escenografía o la decoración surgida de la espontaneidad y del fervor imitativo: cuartos saturados de libros y cigarros, redacciones de diarios y revistas colmadas de intrigas y rumores, oficinas de los gobiernos donde los escritores cobran sueldos modestos por redactar o corregir discursos ilegibles, universidades como brevísimas estaciones de paso, o, para los menos, como nichos a perpetuidad.

Sigue la lista: ateneos, academias de la lengua, salas de conferencias, teatros donde se escenifica a Shakespeare, Molière, Ibsen, Chejov, o a los comediógrafos españoles y franceses, salas de conciertos, cafés que son el segundo hogar o el primero, teatros de “genero chico”, despachos de abogados, sesiones de ópera que son el otro “árbol genealógico” de las buenas familias (“estaban llenos todos los palcos, estábamos todos”), sedes de los partidos políticos, prostíbulos, archivos, bibliotecas, librerías con las novedades de Barcelona y París... todo lo contenido en un espacio de no más de 20 ó 30 manzanas, la geografía cultural de ciudades que se urbanizan al alojar a los pobres en los guetos que son plataformas del voyeurismo social...

Esta Ciudad Letrada está a la disposición de gobernantes requeridos de expertos en redacción o de glorias nacionales de primero, segundo o tercer nivel; esta es “la agenda temática” de la neutralidad que, hay que decirlo, sin ser exactamente de izquierda, mantiene elementos liberales de consideración.

La Ciudad Letrada pretende mantenerse equidistante de la izquierda (secuestrada por el stalinismo y liberada por sus luchas a favor de la justicia social y su resistencia al fascismo) y de la derecha, empeñada en ver en Franco la vía del regreso a la fe en América Latina. Con todas sus limitaciones, una parte de la Ciudad Letrada se maneja con la suficiente eficacia como para no dejarse devorar de ambas tendencias.

Luego se implanta la resignación, la guerra fría se impone a estadounidenses y soviéticos, y son los practicantes y defensores del humanismo los que rescatan de la querella al sector liberal. Un ejemplo primordial, Alfonso Reyes.

Es la ocasión propicia de dar un repaso a tales advertencias y señalamientos, para evitar caer en las trampas y los engaños que urden los anacoretas de la extrema derecha siempre a la búsqueda de nuevos seguidores y nueva “carne de cañón” para ayudarlos a establecer en México y fuera de México gobiernos ocultos de raigambre neofascista dirigidos por líderes sin rostro desde la clandestinidad de sociedades secretas.

¿Qué sucede cuando escritores charlatanes de la derecha neofascista son puestos al descubierto y sus mentiras y falsedades son exhibidas sin tapaderas a los cuatro vientos? Simplemente se esconden sin responder adoptando la “digna” postura de seres “ofendidos” y calumniados injustamente que no tienen por qué dar respuesta alguna cuando se les desmorona su basura, o fingen demencia y continúan adelante como si nada hubiera pasado. Tal cosa ocurrió cuando los integrantes del equipo de investigadores Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana diseminaron por Internet varios documentos en donde le mandaron abajo varias mentiras a Salvador Borrego. Jamás dió respuesta alguna. Aquí mismo, cuando se le exhibió su mentira acerca de los “paracaidistas judíos” que mataron a Reynhard Heydrich, también optó el charlatán por guardar silencio al ver que no le quedaba de otra. Y así por el estilo.

Si el camino del socialismo realmente era tan malo para un país como Guatemala que había que “salvar” al país con un golpe de Estado financiado desde el extranjero, se vuelve imperativo establecer comparaciones (aunque resulten odiosas) con otros países que optaron por la ruta del socialismo y que no fueron “salvados” como Guatemala por “fuerzas patrióticas”. En la tercera parte del capítulo XI del libro Derrota Mundial, aparece un encabezado lamentoso que reza lo siguiente:

“ASIA FUE TRAICIONADA Y ENTREGADA AL BOLCHEVISMO”

Con éste solo título no es necesario entrar en mayores detalles para darse cuenta del argumento que Salvador Borrego quiere exponer. El país más poblado de Asia es, desde luego, China, de modo tal que el encabezado también puede ser tomado como “China fue traicionada y entregada al bolchevismo”. Aquí no se puede argumentar el aspecto religioso (desde la óptica ultraderechista) de que el comunismo en todas partes del mundo es anticristiano, porque China nunca ha sido un país mayoritariamente católico o cristiano. Lo único debatible aquí es la cuestión socio-económica. Y la pregunta obligada es: ¿realmente le fue tan mal a los chinos el haber optado por seguir la ruta del socialismo? ¿Realmente fue una tragedia para los chinos de hoy el terminar siendo gobernados por un Partido Comunista? Tómese en cuenta que estamos hablando a más de medio siglo de distancia después de la época en que Salvador Borrego escribiera sus negros vaticinios para los países que escogen la ruta del socialismo.

A ultraderechistas redomados como Salvador Borrego les dá mucho coraje que, en vez de dejarle a los chinos decidir su propio destino, no se hayan enviado “patriotas norteamericanos” como los que fueron enviados a Guatemala con la finalidad de imponerles a los chinos un golpista matón como Carlos Castillo Armas. A medio siglo de distancia de que Salvador Borrego escribió su lamentación de que China hubiera sido entregada al “vasallaje comunista”, ¿cuál es la situación actual en China, la cual sigue gobernada por el Partido Comunista? Esto lo podemos ver diariamente en notas diversas, aunque seguramente Salvador Borrego hubiera preferido mil veces que China hubiese terminado igual que como terminó Guatemala después de ser “rescatada” por “patriotas norteamericanos”.

En la actualidad, la China comunista cuenta con su propio programa espacial, cuenta con su propia estación espacial, con sus propios astronautas, con sus propios satélites diseñados por sus propios ingenieros, con algunas de las construcciones (puentes, edificios, etc.) más grandes del mundo, y con un creciente nivel de prosperidad que todos sus vecinos envidian. El narcotráfico es prácticamente inexistente en China, y a diferencia de lo que ocurre en México, los que son atrapados en tales actividades criminales son enviados al paredón de fusilamiento sin respeto alguno a sus “derechos humanos”, y a los familiares se les cobra el costo de las balas usadas para despachar al inframundo a los culpables del delito de tráfico de drogas. En China no tienen poderosos cárteles de drogas como el Cártel de Sinaloa, el Cártel del Golfo, el Cártel de la Familia Michoacana, el Cártel de los Arellano Félix o el Cártel de los Zetas; ni tienen a capos peligrosos y poderosos como Joaquín “el Chapo” Guzmán o Vicente Carrillo Fuentes. Y China ciertamente no es un exportador de indocumentados hambrientos como ocurre con otros países latinoamericanos que no mencionaremos aquí por respeto a su dignidad. Aquí en estas Crónicas se ha hecho ya un repaso a la situación actual de la China comunista. A medio siglo de distancia de que Asia fue “traicionada y entregada al bolchevismo”, tal fue el “castigo” que se dieron a sí mismos los chinos por haber tomado la ruta del socialismo. ¿Y Guatemala? ¿Están mucho mejor hoy los guatemaltecos que los chinos? ¿Recibieron algún premio o alguna compensación de ayuda a cambio de la “salvación” que le dieron los “patriotas norteamericanos” que tanto alaba Salvador Borrego?

Quizá la pregunta más importante que pudiera hacerse cualquier guatemalteco es ésta: ¿Sirvió de algo el derrocamiento del Presidente Jacobo Arbenz Guzmán para mejorar el nivel de vida de los guatemaltecos? Lamentablemente, no. Y lo mismo sucedió en El Salvador. El país terminó enfrascado en una sangrienta y mortífera guerra civil que dejó muchas viudas y huérfanos, y un sello distintivo de esta guerra civil fue la presencia de los famosos escuadrones de la muerte ultraderechistas (en contra de los cuales Salvador Borrego jamás pronunció una sola palabra en ninguno de sus libros y escritos, por el contrario, esta clase de gente es a la cual Salvador Borrego admira como “anticomunistas patriotas”) presuntamente dirigidos desde la clandestinidad por el ultraderechista de Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), Roberto D'Abuisson, mejor conocido entre sus congéneres como “soplete D’Abuisson” (blowtorch D’Abuisson) por haber sido supuestamente el soplete una de sus formas predilectas de tortura, tormento con el que se le acusa de haber dejado horriblemente desfiguradas e irreconocibles a sus víctimas. No quepa la menor duda de que el ferviente anti-comunismo de Roberto D’Abuisson fue nutrido en buena medida por la literatura neo-fascista antisemita que estaba siendo producida y vendida en grandes cantidades en el país vecino norteño, México, alimentando a D’Abuisson hasta la locura en su fanatismo “nacionalista” con libros chatarra tales como Israel Manda, América Peligra, La Gran Conspiración Judía, y desde luego, Derrota Mundial, literatura insana que se presume que predispuso al Calígula guatemalteco a cometer en la clandestinidad sus crímenes dando rienda suelta a la demencia, al igual que como ocurrió con miles de alemanes que terminaron enajenados con la propaganda antisemita elaborada por el Nazi Julius Streicher (el “Salvador Borrego” de Alemania, por el cual Salvador Borrego siempre ha manifestado una profunda admiración, tomándolo como mentor y ejemplo a seguir). Después de todo, ¿no fue esta misma literatura la que estaba siendo usada en México en los tiempos de D’Abuisson para fomentar la creación de sociedades secretas de ultraderecha cuya misión prioritaria era la infilitración paulatina y gradual del gobierno de México con miras a la instalación de un gobierno paralelo secreto controlado y manipulado tras bambalinas por líderes sin rostro, por gente poderosa afín a las creencias y la ideología de la ultraderecha?

Al día de hoy, Guatemala se distingue por ser un exportador de indocumentados hacia los Estados Unidos, indocumentados que no ven otra posibilidad de mejora para su nivel de vida más que ésta, indocumentados que el mismo gobierno norteamericano que tuvo un papel importante en el derrocamiento del Presidente Jacobo Arbenz Guzmán deporta inmediatamente de regreso a Guatemala para que puedan seguir disfrutando de las bondades ofrecidas por un régimen que fuera más del agrado del gobierno norteamericano (y de la empresa United Fruit) que lo pudo haber sido el régimen Arbencista en los tiempos de la Guerra Fría.

De cualquier modo, si Salvador Borrego tiene en sus manos pruebas de que cualquiera de los personajes guatemaltecos que él calificó como judíos (en su párrafo arriba citado, al principio de este documento) realmente era un judío (¡pruebas, por favor!, ¡pruebas!, ¡la reproducción de algo que apareció escrito en un panfleto o en un pasquín de la misma ultraderecha no puede ser tomado como prueba ni puede ser considerado como evidencia substantiva!), entonces Spectator lo invita a que publique sus pruebas con la firme promesa de que Spectator reproducirá aquí mismo tales pruebas y hasta le ofrecerá disculpas.

Si Salvador Borrego toma el reto de Spectator en vez de esconderse como acostumbra hacerlo (al igual que lo hizo cuando los investigadores del equipo Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana le expusieron varias de sus ficciones como las viles mentiras que son, ante lo cual Salvador Borrego optó por guardar un silencio sepulcral), tiene que estar preparado para debatir en una posición de franca desventaja, porque Spectator tiene al alcance inmediato de sus manos muchísima más información cotejada y verificada de la que Salvador Borrego pudiera imaginar.

Un mano a mano con Spectator. ¿No es esto algo que los alucinados seguidores de Salvador Borrego quisieran ver, ver a su “campeón” demoler a Spectator dejándolo en el más espantoso ridículo? ¡Adelante! Y cuanto antes, mejor, porque a su edad ya no le queda mucha cuerda por delante, y tendrían que montar su cadáver sobre un caballito para que pueda seguir dando la batalla al igual que el Cid Campeador; aunque en el curioso mundo de la ultraderecha próceres como Hitler y Rudolf Hoess a veces les sirven más muertos que vivos a los ultraderechistas. (Parece que Don Salvador Borrego últimamente ha estado desarrollando terribles delirios de persecusión, imaginándose un ejército gigantesco integrado por comandos élite de judíos, comunistas y masones que están cazándolo por todas partes para despellejarlo vivo y hacerle pagar muy caro sus crímenes de incitación al odio, enterrándose en vida en su escondrijo y huyendo de las ficciones creadas por su propia imaginación enfermiza, habiendo terminado por creer como ciertas las mentiras que él mismo inventó. Siendo así, de no recibir ayuda psiquiátrica urgente para atenderlo de sus paranoias, el tipo podría terminar completamente loco confinado en una camisa de fuerza, aunque es dudoso que acepte recibir ayuda para sus delirios mentales tomando en cuenta que el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, era un judío austriaco, y para que un tratamiento de esta índole pueda ser de ayuda necesitaría confesarle al terapeuta intimidades y secretos que no está dispuesto a confesarle a nadie aunque lo estén haciendo tronar por dentro. Si tal es el caso, ni modo.)

Salvador Borrego tiene la palabra. Cualquiera de sus seguidores en el submundo de la extrema derecha mexicana le puede hacer llegar el reto que aquí se le lanza. Puede empezar por responder a lo que aquí se ha documentado. O bien meter la cabeza en un agujero, como se dice que acostumbran hacerlo los avestruces cuando la cosa se pone demasiado “caliente”. No sería la primera vez que hace tal cosa.